"El don de la alta sensibilidad"
Este es el título del libro de la doctora Elaine Aron, la descubridora de este rasgo de la personalidad. La alta sensibilidad es el marco en el que (más o menos) el 20% de la población ha desarrollado su forma de ser, su forma de ver el mundo y sus actitudes ante la vida. Libro muy recomendable, por cierto.
Parece que hubo cierta controversia con la traducción del título, ya que al llamarlo don, daba la impresión de que ser altamente sensible es ser algo que está por encima, o algo excepcional, incluso mágico.
Lo cierto es que no tiene nada de mágico; si has llegado hasta aquí ya sabrás que simplemente se trata de tener un sistema nervioso más perceptivo, y que procesa los estímulos a un nivel más profundo. Y como no se da en la mayor parte de la población, las personas que se sienten identificadas con las características del rasgo de la alta sensibilidad, también tienden a sentirse ‘raras’. Claro, estamos hablando que el 80% de la población no es altamente sensible; así que no somos mayoría.
La cuestión es que, al menos al principio, después de encajar las primeras piezas del rasgo en nuestra vida, la mayor parte de las personas altamente sensibles suelen sentirse vulnerables. A la aceptación le acompaña un sentimiento de tristeza, por todo lo que se ha luchado sin entender que se estaba intentando encajar en una forma de ser que iba contra nuestra propia naturaleza.
Y entonces aparece, normalmente, la visión de uno mismo como una persona que necesita protegerse, evitar la sobre exposición, la saturación; y ahí se refuerza la idea sobre uno mismo de que en realidad se es débil, en comparación con el otro 80% al menos. Entonces, ¿cómo es eso de ‘Don de la Alta Sensibilidad’?, ¿es una broma?
Si nos tenemos que proteger, cuidar como seres delicados, hasta se oyen recomendaciones de no trabajar más de seis horas; entonces empezamos a sentirnos vulnerables, limitados, a veces hasta desvalidos e impotentes.
Esto suele ser lo que me cuentan la mayor parte de las personas altamente sensibles; y lo que me pasó a mí cuando empecé a encajar las piezas de mi propio puzle. De lo que yo no me había dado cuenta entonces, es de que no había terminado de encajarlo todo.
Resulta que uno tiende a sentirse inadecuado cuando utiliza estrategias inadecuadas. Cuando sigue queriendo hacer las cosas como siempre, y entonces ve que no funcionan. Es como si saliéramos a cortar leña con un bisturí; algo no encaja. Habrá que cortar la leña de otra forma.
Ya sabrás que este rasgo de la personalidad se da en el mundo animal, en la misma proporción que en los humanos.
Leí un artículo en la web de la APASE, que hablaba sobre el comportamiento del lobo negro de Yellowstone. En esta especie también existía (como en otras) un 20% de individuos altamente sensibles; y el modo de actuar de este tipo de individuos, no encajaba con el del resto de la manada. Aun así, habían conseguido mantener este porcentaje de individuos a lo largo de las generaciones, así que de alguna forma había podido reproducirse, ¿verdad?. Lo que vio este estudio, en resumen, es que los lobos altamente sensibles habían elaborado estrategias propias para asegurar su especie. Habían elaborado su propio estilo de supervivencia. (puedes encontrar más información al final de este artículo).
En el caso de los seres humanos, las PAS han elaborado (consciente o inconscientemente) estrategias para vivir durante toda su vida. A algunas, las estrategias elegidas les habrán sido más efectivas que a otras en términos de resultados externos (logros materiales o de reconocimiento) o internos (sensación de bienestar y paz con uno mismo). La cuestión es que, conocerse y aceptarse son los dos primeros pasos para empezar a elaborar las estrategias adecuadas. Crear tu propio estilo, de modo que en vez de limitaciones veas oportunidades.
Brené Brown, en su libro ‘El poder de la vulnerabilidad’ dice algo así como que justo al lado de nuestros puntos débiles, están nuestras fortalezas; que a partir de nuestros ‘defectos’ utilizados en el ámbito y de la forma adecuada, surgen nuestras mejores cualidades.
Si esto es así, entonces hablar de don, ya no resulta tan raro, y ni siquiera es necesario. Puesto que todas las características son dones, si las sabemos utilizar.
Resulta que todos tenemos nuestras características propias, seamos o no altamente sensibles. Conocerlas y aceptarlas es la base para empezar a aceptar las de los demás, y a valorarlas, en la medida en que valoremos las propias.
Cuando empezamos a dejarnos de ver disminuidos en algún sentido, nos hacemos grandes y permitimos al resto mostrarnos su grandeza sin afectaciones, sin saturaciones, ni estrés.
Valora en qué momento estás, ten paciencia, mantén la curiosidad y descubre cómo hacer que las cosas funcionen para ti, a tu propio estilo.
Profundizando:
‘El don de la Sensibilidad’ – Elaine Aron
‘El poder de la vulnerabilidad’ – Brené Brown
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